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Muestras El Roto. Vocabulario figurado

¿Significan las palabras lo que los diccionarios nos dicen que significan? En el primer cuarto del pasado siglo, tras los horrores de la Gran Guerra, unos cuantos escritores y artistas lo pusieron en duda. La mayor parte de los ismos de aquel entonces deben su existencia a esa duda, a la irrealidad de la palabra, a la irrealidad de la realidad. Tras la Segunda Guerra Mundial, tras los holocaustos que acompañaron al Holocausto, la cuestión se radicalizó todavía más: ¿era posible seguir escribiendo después de todo aquello, utilizar las mismas palabras que habían servido para organizar o justificar lo sucedido? Para muchos –creadores y críticos– era evidente que no, que había que buscar otras formas de expresión. Sólo que, vencida la reacción traumática, el escritor realizó una vez más lo que tantos otros se han visto obligados a realizar a lo largo de los siglos: rehacer el idioma, recuperar las palabras, todas las palabras, tras limpiarlas de cualquier clase de adherencia por el mismo procedimiento por el que fueron ensuciadas, invirtiendo su significado, convirtiéndolas en expresión de lo contrario que habían expresado. Si libertad o libre, habían sido convertidas en sinónimo de opresión, al ironizar sobre tal mutación, al convertirla en disparate objetivo, se daba a la palabra una nueva acepción redentora. Utilizar literalmente, fuera de contexto, el discurso totalitario de un dirigente político, por ejemplo. En cualquier caso, el instrumento fundamental –aunque no el único– en la tarea de recuperar palabras es la ironía.

Lo es, desde luego, para El Roto, en sus colaboraciones diarias, mezcla de dibujo y palabra, recogidas en el presente Vocabulario figurado. Me atrevería incluso a decir que tal conjunción es lo que mejor le distingue de otros buenos dibujantes satíricos de la prensa periódica: el papel que la palabra desempeña en su obra. Palabras de contenido social, político, religioso, económico o filosófico que han llegado a ser sinónimo de lo contrario de lo que significan, pero que debidamente limpiadas por la ironía no parece sino que hayan recuperado su libertad de movimiento.
Antecedentes, que yo sepa, no hay muchos aunque sí muy ilustres. El más próximo en la idea, ya que no en el tiempo, sería Daumier y sus obsesiones respecto a médicos y juristas, para él leguleyos y matasanos. Pero en España tenemos a otro todavía más ilustre: Goya, el Goya de los Caprichos, los Disparates y de los Desastres. La mezcla de ingenuidad y maldad, de piedad y horror es muy semejante en ambos. Pienso, por ejemplo, en el Capricho titulado Aquellos polvos… Tremendo. Ni sarcástico ni mucho menos gracioso. Y es que, ¿son graciosos los dibujos de El Roto? Con frecuencia, más bien espantan.

Pero hay otro rasgo todavía más específico común a las estampas de Goya y de El Roto: el carácter inequívocamente hispánico de la realidad representada. Los horrores de Goya no son alemanes o rusos, ingleses o turcos. Son hispánicos. Y los personajes de El Roto, pertenezcan al pueblo llano o a las élites financieras, son esencialmente hispánicos, así en su cándida inocencia como en su rapaz estolidez. Marx precisó con gran agudeza la alineación que aquejaba a la clase obrera de su tiempo, distinta de los diversos tipos de alineación propios del estado de bienestar y de la sociedad de consumo, hoy mucho más vigentes. No prestó atención, en cambio, a la alineación que padecía el hombre de empresa de su tiempo y que siguen padeciendo los hombres de presa actuales. Una alineación regida en lo fundamental por la estupidez, por brillantes que sean sus resultados desde un punto de vista técnico: estupidez en el ámbito subjetivo –en cuanto ese tan oscuro como poderoso hombre de negocios que representa El Roto habrá vivido su vida tan poco como el obrero de los tiempos de Marx la suya–, y estupidez en el ámbito objetivo, toda vez que lo que él entiende por crear o construir significa en realidad destruir. Pues bien, el inexpresivo fatalismo con el que semejantes seres se expresan no es ni estadounidense ni británico ni alemán, sino de profundas raíces hispánicas, todo y todos sometidos a ese fatalismo tan inexorable como el de los pasos de Semana Santa. Al igual que la bondad y la dejadez que recoge en otras ocasiones, la irreflexión y la banalidad, la candidez y las determinaciones más despiadadas. Por encima de los grandes negocios, del delito ecológico, de la corrupción, del fanatismo religioso, del consumismo o de la mentalidad multimedia, los desastres recogidos por el vocabulario figurado de El Roto se hallan presididos por la estupidez.

¿Cómo entender, pues, ese Vocabulario? ¿Invitación a la reflexión? Sí. ¿Breves fábulas de contenido moral? También. ¿Un anatema susceptible de conjurar el mal, de abrir un margen de esperanza? Apenas. Se diría que la única enmienda en la que El Roto cree es la que resulta de un buen escarmiento, de una ejemplar catástrofe. Y lo malo es que bien pudiera tener razón.

Luis Goytisolo

Andrés Rábago (Madrid, 1947), El Roto, inició su actividad en los años setenta con el seudónimo de Ops en las revistas Hermano Lobo y Triunfo. Ha colaborado en multitud de publicaciones: Ajoblanco, El Independiente, El Jueves, El Periódico de Catalunya. Actualmente publica en El País.

Inauguración: jueves 22 de febrero de 2007, 20 hs. en las Galerías del Centro Cultural Parque de España/AECI.
La muestra podrá visitarse de martes a domingos de 15 a 20.
El Centro Cultural Parque de España/AECI agradece el apoyo de Hoteles Solans a su programación en Galerías.

Fecha

Jue. 22/2/07 - Dom. 25/3/07

Hora

15:00 - 20:00

Lugar

Galerías
Sarmiento y el río Sarmiento, S2000 AHQ, Santa Fe

Acerca de este sitio

Este sitio fue creado con el objetivo de brindar de manera accesible al público un archivo digital histórico de los eventos y actividades realizadas en el Centro Cultural Parque de España


Publicado el jueves 1 de febrero de 2007.