Teatro La omisión de la familia Coleman
Aquél postulado de Jean Genet de que la literatura debía ser escena y muestrario del Mal se cumple acaso mejor en el teatro vernáculo, donde sus héroes suelen ser feos, sucios o malos. Una dramaturgia en la que sus personajes aparecen corroídos por el mal, ya sea de una época, una clase o una particular relación con los otros. No extraña entonces que La omisión de la familia Coleman, escrita y dirigida (después de unas intensas pruebas de improvisación) por Claudio Tolcachir haya recibido la aclamación del público y la crítica en festivales y encuentros que van desde el recóndito interior argentino hasta el off–Broadway.
La obra, estrenada en 2005 en un departamento de pasillo de Boedo, inaugura la temporada 2009 en el Teatro Príncipe de Asturias el viernes 8 y el sábado 9 de mayo. Para la ocasión la sala principal del centro cultural se transformará en el hogar decadente de una familia argentina que conoció su esplendor hace largo rato: desde sus espacios hasta sus integrantes son los restos de un manual de Educación Cívica de los 70, las ruinas que, aún cuando todavía funcionan, se muestran como rezagos de un tiempo y unos hábitos que estremecen no por su extrañeza, sino por su familiaridad.
ento de la obra, en términos de su autor, se resume en unas líneas breves: una familia que vive al límite de una disolución evidente pero secreta y convive en una casa que la contiene y la encierra, que construye espacios personales dentro de los espacios compartidos, cada vez más complejos de conciliar. Con reproches y conflictos que encajan en: “Todo lo que podría ser y hacer si no estuviera aquí”, “¿Podría alguna vez no estar aquí?” y “¿Quién soy fuera de esta casa y de esta familia?”
El programa de mano de su puesta original incluía una cita de Marguerite Youcenar que es también un guiño hacia cierto plan de lectura de una obra que cruza la ironía y el grotesco: “Cuando el silencio se instala dentro de una casa parece como si se tratara de una materia congelada, cada vez más dura y masiva: la vida continúa por debajo, sólo que no se la oye”.
“La obra —señaló la crítica— tiene dos grandes bloques. Primero desarrolla vertiginosamente los vínculos, la argamasa de cada sujeto plantado en el living y su relación en esa ‘familia’. El primer estadío produce un traqueteo en la inserción excesiva de rulos que buscan la efectividad cómica. Cuesta creer lo que dicen los personajes, su tono, pero al fin de cuentas es el registro que mantiene y acentúa lo trágico. En la segunda parte hay una elipsis tras la internación de la abuela. La escenografía cambia tan sólo con otros planos de la luz y una cama de hospital. También ingresan dos personajes pivoteadores de la acción: el doctor (Jorge Castaño) y Hernán (Gonzalo Ruiz). En la clínica, se define el tejido subrepticio de pactos y de una larga negociación de silencios. Lo más alto en éste punto es el encuentro a solas de Verónica y Memé; madre e hija acuerdan callar. En La omisión, esa instancia es la herencia en el vacío de un linaje configurado desde la imposibilidad del decir”.
La trama
Marito (Lautaro Perotti), Damián (Diego Faturos) y Gabi (Tamara Kiper) son hermanos y viven apiñados junto a su madre Memé (Miriam Odorico) en la casa de su abuela (Araceli Dvoskin y Ellen Wolf en la puesta original), el único rol de cierta y desgastada autoridad. Memé, pese a ser la madre, es todavía una hija con un lugar incierto frente a sus hijos. Marito es retrasado y el único Coleman de los cuatro hermanos, Damián es alcohólico y Gabi, cuyo trabajo consiste en remendar ropas de feria americana, intenta mantener una dignidad que termina resintiéndola. Verónica, por último, la cuarta hermana, intentó alejarse de la patética escena familiar y montó su vida afuera.
“Si el humor funciona —declaró Claudio Tolcachir— es que la gente se reconoce. Porque se necesita el humor para que el público pueda transitar lo que de otro modo sería muy doloroso. Si no podemos ver la realidad no podemos crecer, tanto en la familia como en la sociedad”.
La formación de Tolcachir va de la Comedia dell’ Arte al mimo y el teatro callejero, estudió actuación y dirección con Juan Carlos Gené y con Alejandra Boero y se lo vio en cine en Buenos Aires me mata y en televisión en Buenos vecinos y Los machos, entre otros programas. “Hay muchas grandes y pequeñas omisiones en esta familia —dijo también a propósito de su obra—, cada espectador descubre diferentes. Los personajes no saben muy bien lo que les pasa, no sólo no quieren decirlo, a veces no pueden. Esa incapacidad de cuidarse y cuidar, por ejemplo. La historia de cada uno no se cuenta completamente pero podemos percibirla en sus conductas, que también dan cuenta claramente de los roles que ocupa cada uno”.
Las críticas que recibió la obra dan cuenta de las múltiples lecturas que tuvo La omisión de la familia Coleman, desde aquellas que elogiaron sus cruces de géneros hasta las que hallaron paralelos con la realidad del país y la sociedad.
Premios y festivales
La omisión de la familia Coleman recibió numerosos galardones, desde el premio al mejor montaje internacional del Círculo de críticos de arte de Chile (2008), al de mejor actor de reparto (Lautaro Perotti), mejor actriz de reparto (Ellen Wolf) en los Premios Trinidad Guevara 2006. Así como mejor obra original, mejor espectáculo y mejor actriz (Miriam Odorico) en la Fiesta Nacional del Teatro 2006. También se presentó en diversos festivales, desde don Quijote de París (2008), Madrid al Sur (España, 2008), MESS (Bosnia y Herzegovina, 2008), VIE Scena Contemporanea (Italia, 2008), hasta el Dublin Theater (Irlanda, 2008). Así como en encuentros de Colombia, El Salvador, Panamá, Costa Rica, Estados Unidos, Bolivia, Brasil y Argentina.
Viernes 8 y sábado 9 a las 21.30 en el Teatro Príncipe de Asturias. Entrada $20.